A un mes de la marcha del “Ni una Menos”, repetimos la consigna. Porque vivas nos queremos, pero también sanas y libres de una Justicia que nos acusa de falso SAP.
Por Mariana Fernández Camacho
COMUNICAR IGUALDAD- ¿Cómo explicar el Ni Una Menos a una persona extranjera? ¿Cómo poner en palabras una marcha para que la entienda hasta un extraterrestre peludo como Alf? Complicado desafío que, en primer lugar, nos obliga a advertirle al forastero que lo que viene no es ciencia ficción… aunque se parezca bastante.
Es que en el reino del revés, las familias son los rincones más inseguros del planeta para las mujeres; los papás que asesinan mamás siguen siendo “aptos” de potestad sobre las criaturas huérfanas; y se inventan síndromes para que niños y niñas se vinculen con sus abusadores. El cuento —que no es cuento— sigue cuando a una nena la violan diez varones pero el fiscal habla de relaciones consentidas; o cuando condenan a Belén —que no es Belén— a ocho años de cárcel por un aborto espontáneo.
Infinita lista de disparates que nos empuja a las calles a gritar que nos están matando. De a una, cada 30 horas. Y de a centenas, cuando todos los días aplastan nuestros derechos.
Porque a Marcela Fillol no la mató un femicida. Tampoco esa leucemia que se ensañó con su médula. A Marcela Fillol la mató un Poder Judicial que recetó falso SAP y la separó de su Jazmín. Sin permitir siquiera un último beso de despedida.
Lo de Mayka tampoco fue un crimen de género. Con 17 años, Mayka decidió su propia muerte. Pero detrás de ese final aparece la misma Justicia diagnosticando el mismo SAP y obligándola a visitar al progenitor que casi mata a su mamá. En esos encuentros, Mayka fue violentada sexualmente. Y ya no lo pudo soportar.
O P.W., que sobrevive con estrés postraumático crónico —tras padecer también neumonías varias y una extirpación de glándulas suprarrenales— mientras batalla desde 2009 para que jueces y juezas obstinados/as no logren cruzar a sus tres hijas con el papá que las abusó física, psicológica y sexualmente.
“No solo exigimos que no nos maten. Nos queremos vivas, pero también sanas y libres. No vivas, pero encarceladas por un sistema judicial que libera a los femicidas, pedófilos, violadores y violentos. Porque al liberarlos, nos condenan a nosotras. Nos revictimizan, nos encierran, nos juzgan. Nos convierten en victimarias”, dice Feliciana Bilat. Otra mamá diagnosticada con el seudo Síndrome de Alienación Parental. Otra mamá que lucha contra la absolución de quien violó su hija.
El 03 de junio, miles de personas nos convocamos en Buenos Aires y en 80 ciudades del interior para volver a gritar “Ni una Menos”. Y lo seguiremos haciendo. Todos los años. Cada año. Porque vivas nos queremos, claro. Pero también sanas, libres, locas, felices, serenas, sin culpas, sin miedo, sin síndromes, rebeldes, respetadas, en paz. Nos queremos mujeres.